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Música creativa y sentimiento escrito

La hijos son capaces de arrancarte el dolor que producen los ‘golpes’ que te da la vida, te hacen sentir orgulloso por sus logros. Cada día que pasa se me hace más dulce cuando demuestran que la creatividad musical, esto es, la construcción de una idea por puro placer aprovechando el virtuosismo de la genialidad, te proporciona más felicidad interior que repetir, sin añadir una sola nota, una armonía nacida probablemente de una mente brillante pero que repetida sin entusiasmo como quien ‘lee’ (leía) El Quijote cuando le obligaba el profesor. Cuando uno ha tenido la suerte de escuchar alguna sesión de Jazz en un garito de Bourbon Street durante el Mardi Grass en New Orleans, y comprobar que una misma partitura es diferente cuando el trompetista improvisa expresando su estado de animo en una melodía diferente, comprende porqué utilizamos en terapia ese estilo musical o, en Texas, el Jazzercise, más completo si cabe. Si alguien se pregunta el por qué de todo lo anterior no necesita seguir «leyendo». Más bien escuchar unos minutos a la Panoramic Jazz Band -incluso enlatada en un CD-, una banda de NO (Luissiana). Le beneficiaria bastante. Aunque estoy convencido que casi todos los lectores virtuales me han entendido. Solo he oído a una persona acariciar las teclas de su acordeón Honner delante de una partitura ya raída por el paso del tiempo y por las miles de veces que la ha interpretado, aunque eso sí, sin sustituir o improvisar una sola nota de Quiroga. Aunque no sea mi estilo, su acordeón te transmite la pasión que le produce ese momento: la improvisación esta vez no modifica el pentagrama, las variaciones de su animo por el amor que le tiene a la copla sustituyen el estilo de Luissiana y te hacen percibir un sentimiento parecido al anterior. Cuando lo escuchas tu corazón disfruta de un giro repentino, y a la mente envía sentimientos imposible de explicar aquí. Esa persona del acordeón es y será mi suegro, a quien dediqué la Escuela de Terapia Musical Aplicada, D. Felipe Vaquerizo Garcia. (¡Sí, Sí!, Vaquerizo), el MAESTRO de Aires Siberianos. En realidad creo que he descrito los dos polos un mismo fenómeno, no solo en homenaje a Felipe, más bien la excusa que necesitaba para agradecer a mis hijos la felicidad que siento cuando ponen en marcha su lado creativo y veo el resultado de todo aquello que un día yo soñé. Han hecho realidad lo que escondo tras el espejo, y eso me hace olvidar, como dije, los «golpes» de la vida. Esos que Javier, un Psicologo amigo, me ha enseñado a entender que no son los que me dañan, sino las decenas de veces que los recordaba. Ahora, con sus consejos aprendí que la felicidad no se esfuma si consigues no pensar en el golpe, y recuerdas la imagen de la foto y lo que implica. Termino, ¡Al fin!, agradeciendo a Juan Muñoz-Reja la generosa amistad que tanto ha beneficiado a Daniel y a Julian, mis perlas del Caribe. P.D. Aquí tiene (sólo él) mi Fender Jazz Bass. Fdo: JVM.

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